sábado, 8 de enero de 2011

Europa Oriental - "Generación perdida"

por Pavol Stracansky / Fotos: Barry Lewis / Bernard Bisson / Peter Turnley -  Fuente : Alma Magazine


Son los hijos de la emigración. Son los miles de niños que permanecen en los países más pobres de Europa del Este cuando sus padres marchan hacia Alemania, Francia, España o Inglaterra en busca de empleo. Los más afortunados quedan al cuidado de familiares lejanos o con amigos. Otros son alojados en orfanatos y algunos, literalmente, abandonados. La depresión infantil y el suicidio son una dura realidad en países como Rumania o Moldavia. Aquellos que no tienen nadie con quien contar, acaban expuestos al crimen y la explotación. Un drama que irá creciendo junto a esta “generación perdida” y que tendrá graves consecuencias para el futuro.






Europa Oriental conoce el sabor amargo de las promesas incumplidas. Después de la caída del muro de Berlín, los ciudadanos de esos países fueron rompiendo la “Cortina de Hierro” con la esperanza de acceder a una mejor calidad de vida. Pero aquellos que se ilusionaron con las ventajas del sistema capitalista, encontraron una profunda desazón y descubrieron que, después del dolor, sólo había más dolor. Tal vez la imagen más conmovedora de ese drama social sean los rostros de los cientos de miles de niños de Europa del Este cuyos padres se han marchado en busca de trabajo y quedaron al cuidado de sus abuelos, de sus amigos o en lúgubres orfanatos. Los expertos en migraciones explican que el fenómeno no sólo tiene un impacto psicológico devastador en muchos de esos pequeños que crecen sin los estímulos necesarios para su correcto desarrollo o afectados por la depresión sino que, además, terminará causando graves problemas para esas sociedades en el futuro.


“Estos niños son una generación perdida”, afirmó Jemini Pandya, portavoz de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Además, aclaró que “muchos de ellos luchan por permanecer en las escuelas, y algunos no lo logran, quedando indefensos frente al crimen y la explotación”. Con el mismo tono, explicó que esta situación, donde se conjugan las distintas problemáticas de la globalización económica, acarreará graves consecuencias sociales en el futuro. “Quedar rezagados cuando sus padres emigran tiene un duro efecto psicológico en ellos”, sentenció.


Su diagnóstico es compatible con el de las más prestigiosas organizaciones de asistencia social que calculan que cientos de miles de niños y niñas de Europa Oriental viven en esas condiciones. Incluso, hay quienes se animan a asegurar que el número de menores en situación de vulnerabilidad supera el millón. Uno de los problemas para trazar políticas de ayuda es la inexistencia de cifras oficiales que den cuenta de la magnitud de la tragedia, pues muchos chiquillos han quedado bajo el cuidado de familiares o amigos sin que las autoridades pertinentes tomen conocimiento de la nueva situación. A veces los pequeños acaban en orfanatos o instituciones estatales que, en muchos casos, no tienen las condiciones adecuadas para garantizar su correcta alimentación y educación. Diferentes grupos y asociaciones que trabajan por la infancia denuncian que el mayor número de menores “semiabandonados” se encuentra en Ucrania, Bulgaria, Moldavia y Rumania, los países más pobres de la región, donde nadie ya se sorprende al encontrar noticias sobre niños que se han suicidado entristecidos por carecer de una familia que los contenga.


Rumania es uno de los países que tienen los peores indicadores sociales de Europa del Este. Para intentar encontrar una solución al drama, el gobierno rumano inició recientemente un censo sobre emigración con un desalentador pronóstico inicial: casi tres millones de adultos habrían dejado el país por razones laborales. La Fundación Soros, por su parte, sostiene que en Rumania viven 350 mil niñas y niños abandonados. “Si todavía está uno de sus padres con ellos, la situación no es tan mala, pero si ambos se van, entonces por lo general son afectados”, explicó Denisa Ionescu, funcionaria de la Fundación Soros y encargada de liderar varios proyectos dirigidos a la infancia. “Algunos pueden tener malas calificaciones y problemas en la escuela. Pero varía de caso en caso. Si no cuentan con quién hablar pueden caer en problemas de delincuencia y drogas. Esos niños ahora están clasificados como un grupo ‘vulnerable’ por el gobierno”, indicó la vocera de la fundación creada por el economista George Soros.


Hace unas semanas, Rumania aprobó nuevas leyes con multas de más de 2.500 euros –cifra equivalente a dos tercios del salario anual promedio de ese país– para los padres que no dejen a sus hijos a cargo de familiares responsables. Las multas pueden aplicarse, inclusive, si los padres no informan a las oficinas de bienestar social que pretenden viajar al exterior con 40 días de antelación.


Un escenario igual de dramático se encuentra en Moldavia, la nación más pobre de Europa. “El país entero se ve afectado por la sangría de padres”, explicó Lina Botnura, portavoz del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en esa nación. Esa agencia sostiene que un 20% de los niños y niñas de Moldavia tienen un padre en el exterior y que un 10% crece sin la presencia de ambos progenitores. Los periodistas moldavos suelen relatar historias sobre aldeas donde sólo se ven ancianos o infantes, porque casi todos los ciudadanos de entre 20 y 45 años tuvieron que emigrar y dejaron a sus hijos bajo la tutela de los abuelos.


Semejante oleada emigratoria se debe a la dura situación económica: el salario promedio anual es de 1.800 euros (2.500 dólares aproximadamente). Diversos estudios señalan que un 25% de la población vive debajo de la línea de pobreza y que las remesas que los moldavos en el exterior enviaron en 2008 a sus familias ascendieron a 1.600 millones de dólares. Sin embargo, los especialistas en infancia reconocen que este dinero ayuda a los menores a sobrellevar su vida, aunque no les permite escapar de un negativo efecto psicológico. “Las consecuencias son claras: tienen una riqueza material extra, pero obviamente extrañan y se resienten por no tener a sus padres con ellos como parte de una vida familiar”, explicó John Budd, portavoz de Unicef.

Polonia no es la excepción a este marco acuciante. Un millón de polacos han emigrado al exterior en busca de trabajo desde que ese país se integró a la Unión Europea en 2004. Los estudios presentados por el ombudsman nacional a la Oficina dedicada a la Protección de la Infancia de Polonia aseguran que unos 15 mil hijos de emigrantes viven en orfanatos. Por su parte, las organizaciones dedicadas a las migraciones exponen datos mucho peores: estiman que unos 150 mil pequeños tienen al menos a un padre en el exterior. Los activistas observan un horizonte a 20 años nada alentador. “Hay serios costos a largo plazo, y quedan signos de interrogación sobre cómo estos niños estarán en 10 o 15 años”, afirmó Krystyna Iglicka, experta en migraciones del Centro para las Relaciones Internacionales en Varsovia. Asimismo, confesó que “para entonces será un problema de toda la sociedad polaca”.


La primera pregunta que uno podría hacerse al tomar contacto con este drama es qué pensarán los niños al tener que vivir sin la tutela de sus padres. “Los psicólogos que dialogaron en los orfanatos con los hijos de los emigrantes cuentan que, esos menores, no entienden por qué sus padres se han ido. No es como cuando son separados por problemas de alcoholismo, por ejemplo, donde entienden que uno de sus padres o ambos están enfermos y que, de alguna manera, necesitan tratamiento. En este caso no entienden por qué no pueden estar con ellos”, manifestó dando cuenta de esa dura realidad. Con el mismo temple, Iglicka alega que multar a los padres que migran desertando al cuidado de sus hijos, hará poco para resolver el problema. “Es difícil culpar a los que emigran pues muchos tienen muy pobres perspectivas. Las multas no son una barrera para los emigrantes. No impedirán que se vayan”, calculó Iglicka. ¿Cuál es su propuesta ante este panorama? “Los gobiernos deben ayudar mejorando la situación del mercado laboral y creando nuevas oportunidades. Pero primero debe implementarse un sistema que obligue a los emigrantes a nombrar, antes de la partida, a un encargado legal que vele por sus hijos.”


Las consecuencias que sufren los niños abandonados no son halagüeñas: a casi todos les faltarán elementos para alcanzar un correcto desarrollo emocional y estímulos para conseguir la educación necesaria que les conceda desenvolverse en el mercado actual. Muchos de ellos, también, deberán afrontar cuadros depresivos o serios problemas para conformar sus propias familias en la adultez y criar a sus hijos. Sin embargo, aún existen riesgos peores: las organizaciones dedicadas a la adopción ilegal de menores o las redes de pedofilia y prostitución son la sombra más macabra que se extiende por Europa Oriental.






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